miércoles, 23 de abril de 2014

10 libros de Ciencia Ficción que deberían leerse

Rescatando el blog por el día de San Jorge:

10 libros de ciencia ficción que deberían leerse 
según mi opinión propia y discutible.

1984, de George Orwell (1948)
¿Qué se puede decir de esta novela escrita por Orwell en 1948 que no haya sido dicho?
Asimov hizo una vez un ensayo donde decía que como obra de ciencia ficción era muy mala, en realidad la ciencia es prácticamente nula, pero lo importante no es eso, lo importante es la extrapolación que hace del manejo del lenguaje y la represión de ideas y la advertencia que nos hace acerca de los totalitarismos de cualquier tipo.
No lo voy a negar, 1984 es una novela que da dolor de estomago, pero su lectura aclara muchas cosas que vemos en las noticias de hoy día.

Fundación, Fundación e Imperio, Segunda Fundación, de Isaac Asimov (1951-53)
La original Trilogía de la Fundación de Asimov escrita en los años 50 debe ser, en mi opinión, el origen de todos esos Imperios Galácticos que tan de moda pusieron Star Wars y franquicias similares que aparecieron muchos años después.
Pero la Fundación (en realidad un fix up de muchos cuentos que yo lo veo como un solo libro por su extensión y continuidad) fueron escritos en ese tono de investigación policial e  intelectual que tanto le gustaba a Asimov. No vamos a encontrar monstruos de ojos saltones ni al valeroso piloto Spiff luchando por defender la galaxia de la terrible invasión extraterrestre. Es la historia del fin del Imperio Galáctico, su derrumbe y decadencia y como la Fundación fue creada para convertirse en la semilla de un nuevo imperio gracias a la ciencia de la psicohistoria y su modelaje estadístico de la sociedad humana.
Olvidarse de precuelas y continuaciones escritas en los 80s es mi recomendación.

El fin de la eternidad, de Isaac Asimov (1955)
Si viajo al pasado y mato a mi padre ¿Como podría existir luego para viajar al pasado?
Hay muchas historias de viajes por el tiempo pero El fin de la Eternidad es genial en el manejo de lo mejor que tienen este tipo de historias: las paradojas.
Asimov se inventó a la "Eternidad", una organización muy misógina fuera del tiempo, donde los "Eternos" se mueven a lo largo del mismo realizando pequeños cambios para alterar la historia y garantizar un futuro estable para la humanidad. Cuando un "Ejecutor" (el encargado de hacer los cambios) se enamora, es capaz de cambiar muchas cosas para evitar la desaparición de su amada.
Asimov vuelve a lo que fue un tema recurrente en él; las dificultades como motor de cambio y propulsor del progreso y el desarrollo.


Dune, de Frank Herbert (1965)
Poderes místicos, grandes casas imperiales, naves que cruzan el espacio gracias a pilotos drogados hasta los tequeteques con esa especie de LSD futuro producto de enormes gusanos que una especie de árabes locos cabalgan en el desierto. Conspiraciones y trampas dentro de las trampas, malos bien malotes y depravados  y un héroe predestinado a regir el universo gracias a las conspiraciones de muchas generaciones de antigüedad.
Dune es una space opera por excelencia y es además una obra impregnada de detalles, un hermoso, complicado y exótico tapiz. He visto montones de interpretaciones rebuscadas y profundas, yo no llego a tanto, para mi es la historia del camino del héroe nuevamente contada, pero muy bien contada.


Picnic junto al camino, Boris y Arkadi Strugatski (1971)
Unos extraterrestres nos visitan por un día y se vuelven a ir dejando un montón de basura, similar a quien realiza un "picnic junto al camino".
La basura se acumula en extrañas zonas, de acceso prohibido por los gobiernos, donde las leyes de la física cambian y puedes fácilmente morir triturado por un vórtice o ahogado en un suelo de gelatina.
Al igual que en Pórtico, los humanos juegan con esos artilugios desconocidos que pueden salvar vidas o destruir a la humanidad entera mientras ilegales (stalkers) violan las zonas de restricción y arriesgan su vida en estas zonas para vivir del mercado negro de estos peroles.
Es un libro pequeño pero muy bien escrito, sin muchos efectos ni fuegos artificiales, la idea es tan simple que no podría ser mejor.


Guerra Interminable, Joe Haldeman (1976)
El protagonista William Mandela se alista para luchar contra los taurinos pero la dilatación temporal de los viajes hace que cada vez que regrese a la Tierra se encuentre con una sociedad que no entiende ni lo entiende obligándolo a alistarse de nuevo. Lejos de sus bases, sin tener noticias de nada ni de nadie, en una lucha que pareciera no tener sentido, llena de muertes innecesarias por fuego amigo y errores, Guerra Interminable es una metáfora de lo que vivió el propio Haldeman, veterano de Vietnam.
Una crítica a todo el conjunto político-militar que ve la guerra como un negocio y manipula la información para crear un enemigo que nadie conoce ni intenta conocer.


Pórtico, de Frederik Pohl (1977)
Pórtico es un asteroide descubierto en el Sistema Solar que resulta ser una base abandonada por unos misteriosos extraterrestres, los heechee. Llena de pequeñas naves espaciales programadas para volar a quien sabe donde y regresar (aprendimos a ponerlas a funcionar pero ni idea de adonde van a llegar) su destino es una total lotería que asumen los pocos prospectores con las bolas suficientes (o el desespero por un mundo a punto de colapsar por el hambre) y alcanzar algún destino que proporcioné el descubrimiento que te haga rico por el resto de tu vida (los prospectores cobran regalías por lo que descubran: desde la cura del cáncer hasta un nuevo tipo de bombillo), una peligrosísima ingeniería inversa para ir descubriendo a donde llevan las naves. El relato se presenta como un recuerdo del protagonista en terapia intercalado con curiosas noticias actuales y avisos comerciales.
Lo fascinante de Pórtico es la idea de que tan alienígenas pueden ser los alienígenas, intentar usar su tecnología con los ojos vendados, sin conocer sus motivaciones ni la intención de dejar esas naves en perfecto estado listas para su uso y además con el peligro de llegar a un sitio y descubrir algo que quizás no debería ser descubierto.


Neuromante, de William Gibson (1984)
El cyberpunk es amado u odiado por muchos, marcó fuertemente los años 80s hasta la saturación y el rechazo.
Neuromante creó muchos de los clichés que ayudarían a agotar el género; el cyberespacio (Gibson creó el término), las megacorporaciones, los cyborgs, la yakuza, los hackers, las inteligencias artificiales y ese cielo que tiene el color de un televisor sintonizado en un canal muerto.
Pero Neuromante es Neuromante, es el cyberpunk (que a mi no me ha hastiado) por excelencia: Case y Molly, hacker y mercenaria, son contratados por una IA para liberar a otra IA. Contaran con el apoyo de extraños grupos terroristas del futuro y hackers renacidos y se enfrentaran a peligrosas contramedidas electrónicas en el cyberespacio, a mafiosos y a corporaciones en el mundo real.
Si 1984 nos grita una advertencia de un futuro sin salida, Neuromante nos dice que a pesar de todo hay maneras de ser libres en esa sociedad controlada y que no todo debería ser tan malo.


Hyperion, de Dan Simmons (1989)
Viajes por el tiempo, space opera, cyberpunk, intriga policial, ciencia ficción militar y misterios más allá de la comprensión. Dan Simmons lograr mezclar todo esto en Hyperion usando el ya antiguo esquema de los viajeros que se encuentran en el camino y cuentan sus respectivas historias.
Estos peregrinos que viajan al planeta Hyperion para encontrarse con el Alcaudón (un extraño ser alienígena que pareciera venir de nuestro futuro y cuya principal afición es empalar a los seres humanos en un extraño árbol cromado, centro de un extraño culto religioso) cuentan sus distintas historias, cada una reflejo de una faceta de la ciencia ficción, y nos muestran el universo creado por Simmons de una humanidad regada por la galaxia y conectada por portales de teletransportación.
El que lea Hyperion posiblemente quiera seguir con su continuación, La caída de Hyperion, ya que el libro no concluye nada y finaliza con los peregrinos llegando a Las Tumbas del Tiempo, hogar de este monstruo amante de los pinchos. No mantiene la misma calidad pero igual se puede leer y completar algunos hilos.
Para ser sincero, el libro funciona muy bien con su final abierto.

La cicatriz, de China Miéville (2002)
La extraña ciudad flotante de Armada, enorme suma de barcos, naves, botes y cualquier cosa que flote, controlada por la extraña pareja de los Amantes, está en la búsqueda de una fractura de la realidad en el tejido del planeta de Bas-Lag: La cicatriz.
Ambientada en ese gótico y estrafalario universo creado por Miéville (aunque ahora lejos de su principal protagonista, la ciudad de Nueva Crobuzón), La cicatriz nos lleva en una especie de búsqueda fanática por el océano en compañía de esa extraña fauna que solo Miéville sabe describir; humanos convertidos en extrañas máquinas, vampiros, científicos dementes y monstruos, todos conspirando y aderezado con esa abigarrada y gótica prosa.
Lo mejor es que funciona.
Ni siquiera estoy seguro de que sea ciencia ficción pero ¿qué importa? si aparece en colecciones de ciencia ficción debe serlo ¿o no?

2 comentarios:

Jorge De Abreu dijo...

Me faltan los tres últimos... Cosas de la modernidad a la que no he llegado... :-)

Alvaro Valenzuela dijo...

Excelente lista, aunque es obvio que puedo disentir, no en la calidad sino en que yo pondría "la luna es una cruel amante" de Heinlein, autor injustamente vilipendiado, en especial por aquellos que no han leido nada de él y que lo critican en base a la película que hicieran de su novela "tropas del espacio" que tampoco hace honor al libro.
Trataré de leer "La guerra interminable" y "la cicatriz" que no he leido. También me falta Hyperion, pero por alguna extraña causa siempre le he sacado el cuerpo (o ella a mi, no se).