Un par de científicos locos a mediados del siglo XXI
descubren como poner a funcionar macro agujeros de gusano y llegan a Marte
simultáneamente con la primera expedición tripulada… caminando y usando un
traje de buzo adaptado. Así empieza La estrella de Pandora y ya por ahí nos podemos
imaginar como sigue el libro de Peter F. Hamilton, uno de los nuevos representantes de esta nueva
Space Opera británica tan de moda.
Y cuatro siglos en el futuro la federación humana se ha
extendido por decenas de planetas gracias a agujeros de gusanos que nos
comunican instantáneamente. El medio de transporte más común es el tren con
rutas que saltan de planeta en planeta, permitiendo cruzar el espacio
interestelar sentado cómodamente en una butaca y viendo el paisaje.
Y la verdad es que hace falta un medio de comunicación
masivo para viajar por el espacio, la humanidad alcanzó la inmortalidad gracias
a tratamientos rejuvenecedores y a la posibilidad de hacer download de tus recuerdos en un nuevo
clon en caso de muerte. Se necesitan
urgentemente esas colonias espaciales para meter ese montón de gente.
Y entonces desaparece un par de estrellas y todo parece
indicar que fueron ocultadas artificialmente, automáticamente son bautizadas
como Par Dyson. Lejos de cualquier agujero de gusano humano se decide enviar
una nave espacial hasta el par para investigar por qué alguien se preocuparía
de encerrar dos sistemas estelares.
Una space opera de rigor; naves espaciales, tecnologías
asombrosas cuasi mágicas, principios físicos no muy explicados, héroes y
heroínas de una pieza, extraterrestres malvados que quieren destruir a la
humanidad entre bombas atómicas y muchas, muchas, armas de rayos.
El problema con Peter F. Hamilton es su asombrosa capacidad
para extenderse en demasía, La estrella de Pandora tiene sus casi 800 páginas
largas y aún así es un libro totalmente incompleto, ninguna trama cierra y el
final es completamente abierto obligándote a continuar con Judas desencadenado (si
en verdad logras sobrevivir a la sobredosis de historias paralelas que
parecieran no aportar nada y aún quieres saber cómo termina todo).
Hamilton tiene muy buenas ideas y en cierta forma estas contribuyeron a que yo terminara este megalibro de prácticamente 1600 páginas: un policía diseñado genéticamente para cumplir la justicia, unos extraterrestres que evocan a los elfos de las leyendas europeas y que viajan entre los planetas por extraños agujeros de gusanos que existen en los distintos bosques de los planetas (que solo ellos saben ubicar) y que de vez en cuando atrapan en sus infinitos senderos a los humanos distraídos, grandes familias empresariales que controlan la política mundial, una raza alienígena formada por una parte móvil y otra inmóvil que se conectan por ondas de radio y con una inteligencia única y distribuida entre los distintos miembros, un extraterrestre sin emociones adicto a experimentar las emociones humanas, una enorme inteligencia artificial que se mantiene como un ambiguo socio de la humanidad y una guerra interestelar contra unos seres que no tienen ningún prejuicio en destruir estrellas y planetas con armas atómicas hasta extinguir todo lo vivo.
Lo malo es que le sobran ideas e intenta introducir todas con un calzador en un solo libro; investigación policial de crímenes comunes, lucha contra grupos terroristas, historias cursis de amor, humanos convertidos en agentes de un extraterrestre conspirador, luchas entre facciones políticas y cientos de historias paralelas que finalmente hace converger de una manera algo forzada.
Finalmente lo terminé, para ser sincero las últimas páginas de ambos libros las devoré, y aunque algunas cosas me chirriaron (ese protagonista con una enorme familia de múltiples generaciones y un montón de esposas que parece sacado de una novela de Heinlein por ejemplo), no puedo dejar de recomendarlo al fanático de la space opera.
En alguna crítica en la red leí que el libro tiene músculo pero le sobra grasa, muy cierto, leer a su propio riesgo.
Hamilton tiene muy buenas ideas y en cierta forma estas contribuyeron a que yo terminara este megalibro de prácticamente 1600 páginas: un policía diseñado genéticamente para cumplir la justicia, unos extraterrestres que evocan a los elfos de las leyendas europeas y que viajan entre los planetas por extraños agujeros de gusanos que existen en los distintos bosques de los planetas (que solo ellos saben ubicar) y que de vez en cuando atrapan en sus infinitos senderos a los humanos distraídos, grandes familias empresariales que controlan la política mundial, una raza alienígena formada por una parte móvil y otra inmóvil que se conectan por ondas de radio y con una inteligencia única y distribuida entre los distintos miembros, un extraterrestre sin emociones adicto a experimentar las emociones humanas, una enorme inteligencia artificial que se mantiene como un ambiguo socio de la humanidad y una guerra interestelar contra unos seres que no tienen ningún prejuicio en destruir estrellas y planetas con armas atómicas hasta extinguir todo lo vivo.
Lo malo es que le sobran ideas e intenta introducir todas con un calzador en un solo libro; investigación policial de crímenes comunes, lucha contra grupos terroristas, historias cursis de amor, humanos convertidos en agentes de un extraterrestre conspirador, luchas entre facciones políticas y cientos de historias paralelas que finalmente hace converger de una manera algo forzada.
Finalmente lo terminé, para ser sincero las últimas páginas de ambos libros las devoré, y aunque algunas cosas me chirriaron (ese protagonista con una enorme familia de múltiples generaciones y un montón de esposas que parece sacado de una novela de Heinlein por ejemplo), no puedo dejar de recomendarlo al fanático de la space opera.
En alguna crítica en la red leí que el libro tiene músculo pero le sobra grasa, muy cierto, leer a su propio riesgo.