viernes, 24 de abril de 2009

Playa de acero


Steel Beach
John Varley, 1992
Ediciones B, 1997
Traductor: Carlos Gardini


En una Luna poblada por la humanidad que fue expulsada de la Tierra en una invasión de extraterrestres, vive Hildy, periodista de escándalos (en realidad es el único periodismo que existe) quien goza de una situación económica holgada, una salud perfecta (ayudada por una nanotecnología y ciencia médica prácticamente mágica), una estabilidad social maravillosa y una completamente envidiable vida sexual. A pesar de esta vida paradisíaca Hildy cae en graves depresiones que lo hacen intentar suicidarse varias veces. Hildy no es un caso aislado, el Ordenador Central, inteligencia artificial todopoderosa controladora de los sistemas lunares, decide solicitar su ayuda (y además usarlo como conejillo de indias en un novedoso método de tratamiento psicológico) para averiguar que está sucediendo en la sociedad lunar.

El caso es que pasan muchas cosas; Hildy descubre conspiraciones mediáticas por parte de extraños cultos que santifican a las estrellas pop, se mueve por el muy popular deporte del cuchillo-pugilismo (donde los participantes tienen derecho a reponer hasta cuatro litros de sangre), cambia de sexo (un proceso ambulatorio), sobrevive a una estampida de brontosaurios y comparte con una sociedad individualista-anarquista-liberal llamados curiosamente heinlenianos.

Pero, y este es el gran problema del libro, no pasa nada.

Si se logra sobrevivir (y no estoy exagerando) a las 450 primeras páginas (en mi edición de bolsillo) creo que pueden llegar a una novela con un final interesante, de resto, Varley decide soltar todas las locas (eso si, algunas muy divertidas) ideas que tiene en la cabeza de como puede ser una sociedad futura, una tras otra en una trama que se arrastra sin llegar a ningún lado, una ametralladora de extrapolaciones extravagantes que, más allá de lo pintoresco, aportan poco.

Durante más de 300 páginas te bombardean con anécdotas del mundo futuro que, pasada la novedad, la verdad es que me aburrieron.

Le sobran páginas... y muchas.

lunes, 6 de abril de 2009

Muero por dentro

Dying inside
Robert Silverberg, 1972
Ediciones Martínez Roca, 1987
Traductor: Carlos Rodríguez

En esta campaña personal de intentar llenar los huecos en mis lecturas de títulos fundamentales de la ciencia ficción llego a este clásico de los setenta.

David Selig es un telépata, quien al llegar a los cuarenta se encuentra con que esa habilidad que le acompaña desde su nacimiento lo empieza a abandonar como quien pierde el cabello o le empieza la presbicia. Extrañamente, para David esta capacidad de leer la mente ha sido más una maldición que una bendición, convirtiéndolo en un personaje retraído, extraño, huraño, incapaz de conectarse con nadie. Mientras cualquiera con menos escrúpulos hubiera usado su habilidad triunfando en la vida, para David leer las mentes ajenas para obtener un beneficio le crea un cargo de conciencia y un sentimiento de repulsa por fisgón.

Persona inteligente y preparada, su vida va a la deriva dedicándose a realizar ensayos literarios para estudiantes universitarios mediocres o faltos de tiempo mientras obtiene algo de sexo fácil explorando la mente de las desconocidas que se cruzan en su camino y que descubre frustadas y vulnerables. Las contradicciones lo golpean y aunque la telepatía muchas veces le parece una maldición, sin ella se ve como otra persona. Una parte profunda de él muere y se siente incompleto al no poder alcanzar ese "éxtasis" que le significaba la comunión profunda con otra mente.

Recuerdo muchas veces de niño -y ya mayor- haber soñado con tener algún poder especial, alguna habilidad mágica de superheroe, y leer la mente de los demás fue una de las más habituales (quizá en segundo lugar después de ser invisible). Pensaba lo maravilloso que sería conocer lo que los demás piensan con solo un pequeño esfuerzo de voluntad. En Muero por dentro se nos presenta la otra cara de la moneda; no es bueno fisgonear porque puede no gustarte lo que ves.

Cuando las relaciones humanas son un juego de lo que muestras, lo que no, lo que finges ¿como puede mantenerse una relación estable con tus compañeros de trabajo, con tu pareja, con tu familia cuando puedes conocer sus mas íntimos secretos?¿como confiar en alguien al que le conoces sus defectos y errores? ¿como no sentirse un abusador por espiar esos pensamientos profundos que cada quien mantiene ocultos y que posiblemente ni siquiera conozcan concientemente? La respuesta del libro pareciera ser que si no eres un cínico no puedes.

Me gustó, aunque en mi opinión no es un libro de ciencia ficción, no importa, una buena muestra de literatura fantástica introspectiva, si es por continuar con la manía de etiquetar las cosas.

miércoles, 1 de abril de 2009

Maleantes malos y maleantes buenos

Bandido conocido por todos y con un enorme prontuario que incluye robo, asesinato y violación, las pruebas en contra de Gumersindo Peñaloza, aka Boca'e Charco, son irrefutables por lo que el fiscal decide colocar una orden de captura a los organismos competentes.

Es en este momento cuando aparece alguien, que se yo, Fulanito Montiel en Boconó, quien indica que no es posible que el fiscal haya decidido detener al pobre Boca'e Charco en Caracas habiendo un delicuente mucho más peligroso suelto en Altagracia de Orituco; Temístocles Chacón, alias Pelo'e Rata, azote de barrio, quien con 35 muertos en su haber debería tener con más razón una orden de arresto.

Ahora, más allá de la denuncia, que esto implique de inmediato -ipso facto para soltar un latinajo y parecer culto- salir en defensa del Boca'e Charco, declararle amor filial, tomarse unas fotos abrazaditos, invitarlo a casa a cenar y además ofrecerle participación en su negocio de venta de pantaletas en el centro comercial Sambil, escapa por completo de mis posibilidades de raciocinio.

Definitivamente, limitado y alienado que es uno.


PD: cualquier semejanza de esta historia con un tal Hugo Chavez, Omal al Bachir o George Bush es una coincidencia desastrosa que pareciera no tener solución a corto o mediano plazo.