...o como no existe la veracidad fotográfica.
El sábado tuve una clase de ética en el diplomado de fotografía que estoy haciendo.
Que no es nada muy profundo con discusiones acerca de Hegel, Nietzche o Kant. Una cosa ligera, que aunque en mi opinión personal arrancó flojo en las primeras clases ya en las últimas ha tenido el acierto de por lo menos no ser categórico en sentencias, dejar inquietudes abiertas e intentar que los participantes cuestionen lo que se ve en una imagen fotográfica más allá de la primera impresión.
Salí de la discusión con una foto en la cabeza, no se porque, tenía en mente haber leído hace unos cuantos años que la foto en cuestión había sufrido un proceso de autocensura por parte del fotógrafo. Después de googlear un rato la re-descubrí, era exactamente esta:
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Young people on the Brooklyn waterfront on Sept. 11 |
Tomada por el fotógrafo de Magnum
Thomas Hoepker el 11 de septiembre del 2001.
El hecho es que cuando Magnum Photos decidió publicar un libro acerca de los hechos del 11/9, Hoepker decidió dejarla fuera por ser una foto "ambigua y confusa: publicarla podría distorsionar la realidad de lo que se sentía en esos históricos días".
Buscando la fotografía en cuestión me encuentro con todo un debate alrededor de la misma, un debate que nace cuando el periodista del New York Times, Frank Rich,
hablando acerca de la reacción de USA en el quinto aniversario del atentado, los problemas de unidad de la nación y la capacidad para recuperarse del ataque, describió la fotografía como "cinco jóvenes amigos en Brooklyn, toman lo que parece el almuerzo o el descanso de un paseo en bicicleta, disfrutan del radiante sol de finales del verano y charlan mientras cascadas de humo llenan el Bajo Manhattan en el fondo".
Casi inmediatamente David Plotz, periodista de la revista Slate, reposta con un "
Frank Rich Is Wrong" y su argumento es tan obvio que practicamente no puede ser discutido: ¿Frank Rich puede decir que pasa por la cabeza de los cinco protagonistas de la foto con solo ver la pose capturada en 1/250 de segundo? Cuando Rich cita a Hoepker quien dijo algo como que los jóvenes se veían muy relajados y para nada traumatizados Plotz se pregunta ¿Hoepker se sentó a hablar con ellos?¿Los interrogó acerca de sus sentimientos?
Y cuando a los pocos días uno de los protagonistas de la foto, Walter Sipser, un artista que ya tenía 40 años en el 2001 y por lo tanto no se considera ningún "joven",
replica en la misma revista indicando que ese día estaba con su novia en casa cuando el atentado ocurrió, que intentaron cruzar a Manhattan pero el tránsito era imposible, que no conocían a los otros personajes de la escena pero que se sentaron a conversar con ellos tratando de interpretar y asumir lo que veían en completo estado de shock y que si Hoepker se hubiera acercado a ellos a conversar lo hubiera sabido de primera mano, ya no podemos estar tan seguros de lo que la foto muestra.
Tengo tiempo pensando en esto; las fotografías mienten, no importa si la intención de un fotoperiodista es crear un registro para el futuro, que se uso película analógica y los negativos no pueden ser falseados y por lo tanto son registros verdaderos al contrario de un archivo digital que se puede trucar fácilmente. La fotografía miente desde el momento en que el fotógrafo escoge el encuadre quitando lo que en su opinión molesta o agregando cosas que dan valor, escoge un lente corto o un tele para cambiar la perspectiva, desenfoca a voluntad para ocultar o destacar y revela su fotografía con más o menos saturación de colores para crear algún clima. Todas estas manipulaciones se realizan desde que Talbot y Daguerre empezaron a realizar su experimentos y se continuarán realizando mientras sea un fotografo el que empuñe la cámara, no importa que sea Doña Pepa con su celular o
Martin Parr burlándose de la clase media británica.
En la misma clase se trató el tema de este clásico:
Con esta foto
Kevin Carter ganó el Pulitzer en 1994. Por supuesto, la reacción natural vino a ser algo así como "que hijoeputa ese fotógrafo, le toma una foto a ese niño muriéndose y es incapaz de detenerse a ayudarlo".
Dejando a un lado lo obvio –¿Es que no se puede tomar la foto y luego ayudar al niño? ¿Un fotógrafo en estas condiciones, donde la gente muere por docenas, se debe parar a ayudar a todas las víctimas? Un fotoperiodista que empieza a sentir lastima por cada víctima que se cruza en su camino ¿Puede realizar su trabajo?– hay que ver la fotografía más por lo que
no muestra que por lo que muestra: ¿Hay alguien parado medio metro a la derecha? ¿A la izquierda? ¿Detrás del fotógrafo? Si la foto fue hecha con un teleobjetivo que aplana las distancias ¿Qué tan lejos en realidad se encuentra el buitre?
Carter se suicidó un año después y por supuesto el grito general (para continuar con la leyenda negra) es que lo mato el remordimiento. Y si, lo mató el remordimiento...y las deudas...y las drogas...y toda una vida sufriendo de depresiones y problemas personales.
Basta con
buscar un poco en internet y nos podemos enterar que el niño en cuestión sobrevivió, que tiene puesta una pulsera de atención médica de una ONG francesa, que la foto fue tomada en una pista a donde llegaban aviones trayendo comida, que sus padres estaban buscando los suministros a pocos metros y que los alrededores estaban llenos de aves carroñeras que vivían de los desperdicios.
Y que Kevin Carter, como buen fotografo, era un buen mentiroso.
Quién sabe, quizás hagan falta las nuevas tecnologías totalmente automatizadas, como
los nueve ojos de Google, para alcanzar la verdadera objetividad fotográfica.