miércoles, 17 de agosto de 2011

El consejo de hierro

China Miéville es todo un personaje; corte de cabello al cero, cinco aretes en una oreja, el tatuaje de una calavera con tentáculos de pulpo en el brazo derecho y un nombre resultado de una madre hippie que le encantaba la jerga cockney. Es además un escritor de fantasía. Una fantasía extraña, con un pie en la ciencia ficción y otro en el horror, New Weird le llaman y en cierta forma es heredera del horror cósmico de Lovecraft y Arthur Machen. Pero también es comunista, trotskista para ser más preciso, miembro del Partido Británico Socialista de los Trabajadores y alguna vez candidato al Parlamento.

Y esto se nota especialmente en este libro.

Al igual que La estación de la calle Perdido y La cicatriz, la historia se desarrolla en el mundo de Bas-Lag y gran parte de ella en la ciudad-estado de Nueva Crobuzon, megalópolis cuasi infernal, retorcida, sucia y anárquica gobernada bajo una parodia de democracia por una camarilla corrupta.

Pero en este caso Nueva Crobuzon se encuentra en guerra con la ciudad rival de Tesh, una guerra que pocos entienden como empezó y donde se mezclan hechizos de destrucción masiva, estrambóticas máquinas de guerra, monstruos artificiales y fuerzas especiales de humanos transformados (los rehechos). Y además se encuentra a las puertas de una guerra interna, de un conflicto civil eminente entre múltiples grupos de descontentos, discriminados, revolucionarios y veteranos de guerra contra el gobierno opresor.

No hay que ser un genio, es una representación de la "lucha revolucionaria" en nuestro siglo XX bastante obvia; la ingenuidad de muchos de esos revoltosos, la atomización de los esfuerzos, la desconfianza y los prejuicios entre los distintos grupos revolucionarios y la diferencias de objetivos y de métodos para alcanzarlos. Además tenemos a dos estados en una guerra que nadie sabe cómo empezó pero donde toda una maquinaría propagandística intenta mostrar al enemigo como un monstruo terrible que además usa el terrorismo para atacar civiles mediante anónimos infiltrados (¿Donde he visto esto antes?).

Ubicada veintitantos años después de las otras novelas (aunque pueden ser leídas completamente independientes, Miéville no cae en la trampa de las series eternas), nos cuenta dos historias que convergen finalmente: por un lado el joven Ori quien cada vez se siente más frustrado de participar en reuniones políticas ocultas que no conducen a nada y se une a un grupo más activo comandado por un misterioso rehecho apodado Toro y por otro lado Cutter, un comerciante que parte en busca de su amor Judah y del Consejo de Hierro (símbolo de libertad, su salvación y retorno a Nueva Crobuzon se ve como una nueva esperanza en la rebelión de los descamisados).

Intercalado hay una largo flashback que nos muestra la historia de Judah, como se convirtió en experto creador de golems y como participó en la creación y consolidación de ese Consejo de Hierro.

No lo puedo negar, ese fragmento se me hizo eterno, después de leer La estación, continuar inmediatamente con El consejo hizo que esas enumeraciones de seres, monstruos, calles y barriadas me indigestara. Ya en la segunda mitad, cuando conocemos la naturaleza del Consejo y se revela el pasado de Judah la historia se apresura y la segunda parte corre más ligera (especialmente cuando la historia de estos revoltosos se mezcla con la oscura conspiración de Tesh para acabar con Nueva Crobuzon).

El espíritu que embarga al libro, como en las otras obras de Miéville y aún más marcado en esta que en las anteriores, es deprimente. Aunque el exotismo puede ser fascinante, su universo es oscuro y no se puede negar, Miéville no es optimista, aunque tampoco es un derrotista extremo. Nos muestra el valor de un símbolo en la lucha por los derechos, como la valentía de los pequeños puede hacer algo aunque sea solo para crear esperanza en un mundo desagradable. Citando al mismo autor en una entrevista:

"sería rendirse a la repetida difamación de la humanidad estar sin esperanza y excitación. La desolación y la resistencia parpadean en superposición"

2 comentarios:

antesdelunes dijo...

Hey, tenía tiempo sin pasar por acá. Justamente mencioné a China Mieville en un post reciente y empleé, casualmente la frase "es todo un personaje" para referirme a él. La trilogía de la Nueva Crobuzon está en tercer lugar de mi lista por leer luego de Ringworld de L. Niven y The Handmaid's Tale de Margaret Atwood.

Por cierto que hice en el post una alusión a la vez que me topé por este blog con una reseña del libro "Picnic junto al camino".

Saludos

Juan RRR dijo...

Entonces definitivamente "es un personaje".

La verdad es que yo no consideraría los tres libros de Bas-Lag una trilogía, aunque cronologicamente están en orden, excepto por algún que otro aparecido, los personajes son distintos y las historias independientes.

Mundo anillo es un clásico pero tiene sus años ya, quizá te defraude, el de Margaret Atwood lo tengo en el pendiente.