"-Silvio, me siento halagado. Escritores que hacen novelas había muchos, pero ninguno te ha sido tan fiel como yo. Piensa que sin intención ninguna fui quien dejó abierta la puerta de tu casa y eso permitió que no tuvieses que seguir pagando enfermeras para el Alzheimer de tu padre.
-Mi pobre padre... espero que donde esté..."
Según la RAE chulapo es sinónimo de chulo. De eso trata este libro; tres chulos en Madrid.
El primero
es Henry, un escritor de algún país caribeño del que nunca nos dicen su nombre
pero que tiene como presidente a cierto "Comandante". Comprometido
con el proceso revolucionario de su país, está en Madrid para un congreso de
escritores a pesar de nunca haber publicado nada (excepto un libro de cuentos
que una editorial oficial le publicó en una política "socialista" de
publicar cualquier cosa de cualquier persona). Siempre en busca de LA OBRA que
lo disparará a la fama, en su disociada mente desborda talento a pesar de que
solo sabe repetir las frases leídas en otros libros. Habla de la revolución
mientras consume vinos caros, viste ropa de marca y se queda en un hotel de
lujo.
Simao es su
compatriota, terminó en España cuando su padre, un portugués emigrante, perdió
todo en ese mismo país caribeño durante unos saqueos por un aumento de la
gasolina. Simao estudiaba artes ya que su objetivo era estudiar toda la vida y
vivir de las rentas. Ahora comparte un apartamento de 32 metros con su esposa,
su hermano, su cuñada, su madre, su padre y el perro. Nadie en la familia sabe
que todo lo perdieron por culpa de un discurso incendiario de Simao durante
esas revueltas. Revolucionario de café, siempre quiso enardecer a las masas y
la única vez que lo logró se lanzaron contra los negocios familiares. Ahora se
dedica a atormentar a la anciana vecina por encargo del dueño del edificio para
lograr que se mude.
Alejandro es
el dueño de una empresa de ropa, sus técnicas de mafioso le ayudan a prosperar.
Odia sus orígenes canarios (hasta el punto de tomar cursos para tener acento
madrileño) y por eso mismo odia a su esposa Candelaria, una mujer sencilla que
lleva las Canarias en la sangre. El problema es que en realidad Candelaria es
la dueña de la empresa y Alejandro no se puede divorciar de ella pues perdería
todos sus lujos. Para poder vivir tranquilo con su nueva amante no se le
ocurre nada mejor que conseguirle un amante a su esposa. Alejandro contratará a
Simao a quien se le ocurrirá que nada mejor que un escritor como amante de
Candelaria, el problema es que Henry no sabe escribir, ni siquiera tiene ideas
originales.
Carentes de
cualquier rastro de conciencia, capaces de pisotear a cualquiera para alcanzar
sus fines. Exceso de ego, violencia injustificada, dañar sin razón. Psicópatas
o niños inmaduros, la frontera se desvanece. Unos redomados idiotas incapaces
de comprender, aceptar y mucho menos arrepentirse de sus malas acciones, con una asombrosa capacidad de culpar a otro de todas sus desventuras.
Una cruel burla de ciertos personajes con los que nos encontramos en el día
a día. Humor negro al más puro estilo británico (me recuerda a Tom Sharpe o a
P. G. Wodehouse), Juan Carlos Méndez Guédez no les tiene compasión,
casi que juraría que se ha encontrado con algunos de estos especímenes y goza
un montón burlándose de ellos. Yo lo disfruté, a pesar de que
algunos fragmentos como la descripción de la misión del gobierno encargada de
formar escritores y novelistas que se convirtió en una misión para enseñar a
leer (con los mismos participantes que de esa manera continuaron cobrando la beca) casi dan ganas de llorar.
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