martes, 5 de febrero de 2008

Abril rojo


Santiago Roncagliolo
Editorial Alfaguara, 2006


Félix Chacaltana Saldívar, fiscal adjunto en Ayacucho, Perú, amante de los memos, informes y copias por triplicado, estricto seguidor del reglamento y las normas, se encuentra con el misterioso caso de un cadáver quemado, al parecer torturado y al que le arrancaron un brazo. Iniciará la investigación pero su sentido del deber se enfrentará ante el muro de la desidia y la irresponsabilidad de los funcionarios, el problema de comunicarse con una población indígena que solo habla quechua y los altos funcionarios quienes, siguiendo ordenes políticas desde Lima, deben inventar un ambiente de seguridad que no existe y garantizar una Semana Santa ayacuchana turística y agradable ahora que por decreto Sendero Luminoso no existe.

Cuando los crímenes continuen ocurriendo, Chacaltana se verá asignado directamente a la investigación por el comandante Carrión, jefe militar de la zona, en lo que poco a poco se va convirtiendo en un caso bastante sucio donde se destapan operaciones encubiertas de las autoridades, fraudes electorales, violaciones de los derechos humanos, enormes fosas comunes secretas, perros muertos colgados de postes por la guerrilla y una Iglesia complaciente en la lucha contra esa misma guerrilla maoísta.

Chacaltana busca la normalidad y la estabilidad en la bella mesera de un restaurante cercano, una espacie de isla de amor en lo que cada vez se parece a un extraño infierno bajo la aparente normalidad. Una anormalidad que se refleja en el mismo Chacaltana, quien recreó la habitación de su madre muerta hace muchos años como una especie de santuario a donde se dirige a conversar con ella.

La corrupción que tan normal se ve a nuestros ojos latinoamericanos, como un trasfondo donde se crea una historia de horror y locura in crescendo.

Buen thriller criollo, engancha.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Antes leía el blog que Roncagliolo tenía -creo que ya no lo actualiza más-, y su prosa me pareció bastante interesante, más allá de que escribía meras anécdotas de su vida como "escritor profesional".

Habrá que probar pues.