Acá la noticia.
Se fue el último de los grandes. Junto a Asimov, Heinlein, Anderson, Lem, Pohl y Dick, fue una de las plumas que creó y marcó a la ciencia ficción moderna desde sus origenes y durante toda su evolución en la segunda mitad del siglo XX. Creador de algunos de los grandes clásicos del género como
2001 Odisea espacial,
Las fuentes del paraíso,
Cita con Rama y
La ciudad y las estrellas, cultivó la ciencia ficción
Hard (con sus bondades y males) y la defendió a lo largo de los 60s durante la invasión del
New Wave. Fue un divulgador científico destacado que entre algunas cosas fue precursor del estudio de comunicaciones a través de satelites en orbita geoestacionaria en fechas tan tempranas como los años 40.
Muerte anunciada cuando el mismo Clarke a finales del año pasado grabó un mensaje de despedida. La verdad es que ya estaba bastante de capa caida, algunas de sus últimas obras dejaban mucho que desear (es que 90 años no pasan en vano), pero igualmente su deceso en cierta forma marca el punto final de esa época dorada de la ciencia ficción de los años 50 y 60.
Ningún
descanse en paz o similar para alguien que estoy casi seguro no creía en ninguna vida después de esta.
Ya lo comenté más arriba, fundamentales:
2001,
El fin de la infancia y
Cita con Rama, así como sus recopilaciones de cuentos en
Alcanza el mañana y
Cánticos de la lejana Tierra.