En un rapto de lucidez acaba de descubrir que los twitteros son "un coro de subnormales" y ha cerrado su cuenta en Twitter (para abrir otra nuevamente dos días más tarde, quién lo entiende). Según el mismo Calamaro comenta todo empezó cuando recibió miles de comentarios ofensivos por su defensa de las corridas de toros.
En principio dos cosas me molestan:
La primera es que creo que si tiene razón.
Es cierto, hay cierta hipocresía en el asunto de la tauromaquía y cierto alivio fácil de conciencia para algunos auto llamados progresistas.
Sin embargo, el evento sigue siendo un ataque cruel e innecesario a un animal que al fin y al cabo no tiene la culpa de que cierto grupo que lo apoya me genere antipatía y defender las corridas de toros bajo la excusa de que hay gente que se muere de sed es confundir el culo con las pestañas.
Quizá yo nunca hubiera usado términos como "rebaño de boludos", "amorcillamiento cultural" y "boludos del Blackberry" para clasificar a sus seguidores twitteros pero muchas veces el ver como personajes mediáticos, sin ningún atributo especial excepto el ser un producto mass media, arrastran miles de seguidores pendientes de cualquier nadería que puedan soltar en 140 caracteres hace que algunos calificativos parecidos me vengan a la mente.
No deja de ser una generalización y siempre he opinado que las generalizaciones son malas. De pronto me doy cuenta de que yo también soy afecto a las mismas, no lo puedo evitar, no puedo dejar de pensar que es verdad, quien carga un Blackberry para leer el Twitter y chatear no es más que un "boludo de Blackberry" y quien es seguidor de un boludo no puede ser otra cosa más que un boludo.
Acá viene la segunda cosa que me molesta:
Creo que no tiene la razón.
Si el seguidor de un boludo es un boludo ¿Si te siguen boludos eres un boludo?
Obviamente que no, es otra generalización, pero por lo menos una alarma debería encenderse en el ego hiperinflado de Calamaro. El hecho es que esa masa de boludos twitteros son los que compran sus discos, van a sus conciertos y aplauden todos sus pensamientos profundos de burgués izquierdoso de café y es gracias a ese rebaño de idiotas que Andrés Calamaro paga la hipoteca.
Desconozco que pasa por la cabeza de Calamaro, quizá piense que esos seguidores que ahora descubre como vacios y tontos son una conspiración mediática de la progresía derechista como el mismo la llama, quizá se sienta frustrado al descubrir que en realidad su mensaje no vale más que el nivel de las personas que lo aceptan o se autoengañe pensado que existe un "pueblo llano y soberano" que si lo entiende y no son los que usan "las redes sociales, que son una herramienta de ocio de la clase media".
No sé, nunca he sido un fan de Calamaro, algunos de sus trabajos con Los Rodriguez me gustaron pero hasta ahí. Cuando se generó aquella polémica en mi país por su doble presentación (a precio de globalización en universidad burguesa una y de entrada gratis solidaria patrocinada por el gobierno la otra) me parecieron estúpidos quienes montaron barricadas en las trincheras polarizadas de la política nacional por lo que no era más que el concierto de un viejo rockero.
Pero ahora no puedo dejar de sentir cierto tufillo a artista malcriado (incluyendo rabieta porque la prensa no comentó sus triunfalísima gira de conciertos), a revolucionario de whisky en mano.
Quién sabe, quizá al final no es más que como diría su compatriota Kevin Johansen:
porque acá lo que te mata
es la humildad
lo que mata es la humildad
por acá