El Señor de los Anillos, de J. R. R. Tolkien
Recuerdo exactamente como llegué a El Señor de los Anillos; fue alrededor de 1983 mediante una de esas revistas del Círculo de Lectores que mensualmente le llegaban a mi madre.
No tenía ni idea de que iba el libro, no sabía quien era Tolkien (aunque el nombre era bastante pintoresco y me encantaban ese montón de iniciales) pero en la descripción leí algo así como "creador de toda una mitología coherente en pleno siglo XX" y la idea me fascinó. La convencí de que me comprara el primer tomo (la imagen a la izquierda) y cuando empecé a leerlo fue para mí una especie de epifanía.
Era una historia de trasgos, dragones, espectros, guerreros y héroes, igual que esas leyendas nórdicas y películas de fantasía de caballeros que tanto me gustaban, pero había una especie de profundidad en la trama a la que no estaba acostumbrado; la historia era una pequeña parte de una historia mayor que apenas se vislumbraba, me estaban contando el final de la Tercera Edad de un mundo que no era el nuestro pero hasta cuando hablaban en esos idiomas extraños sonaba real, tenía sustancia.
Cuando pude dejar atrás la introducción acerca de los hobbits y su mundo y la fiesta de Bilbo de despedida (no lo puedo negar, el libro es lento en arrancar) y por fin empieza Frodo su misión, perseguido de cerca por esos extraños jinetes que parecieran olfatearlo, descubro que poco a poco lo que pareciera una simple aventura se convierte en una historia mayor, llena de épica y gloria, grandes personajes y traiciones rastreras. Entonces me fue imposible despegarme del libro… y lo terminé… y no tenía los otros en mis manos, así que para aliviar el síndrome de abstinencia no me quedó más remedio que volver a leer ese primer tomo.
Luego llegaron los dos siguientes y los terminé y no recuerdo si fue inmediatamente o tiempo después, pero los volví a leer ¿Cuántas veces? No sé, quizás cuatro o cinco veces de principio a fin a lo largo de diversos años, y múltiples veces volvía a visitarlo por fragmentos y capítulos.
Y mientras dibujaba escenas y personajes pensaba que no era posible, en algún lugar tenían que estar escritas esas leyendas y esa gran historia que se mencionaba al vuelo; la caída Númenor, Isildur y Elendil, Gil-Galad, Belen y Luthien y esos reyes brujos que se convirtieron en espectros esclavos al vender su alma por poder. Tenía que existir ese Libro Rojo de la Frontera Oeste.
Mucho más tarde descubriría que existía El Silmarillion pero esa es otra historia.
1 comentario:
Coincido contigo, El señor de los anillos, de Tolkien, es el que más he leido, y eso que lo descubrí en la universidad, no antes.
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