Leyendas Nórdicas
Beowulf, príncipe de los geatas, decide, contra todas las recomendaciones y avisos, dormir en el salón del rey Hrothgar y después de la parranda, cuando todos duermen la borrachera a pierna suelta como vikingo que se respete, un terrible monstruo entra al castillo para llevarse a rastras a uno de los compinches. Beowulf no se amilana y se enfrenta a Grendel (así se llamaba el monstruo en cuestión) cuerpo a cuerpo arrancándole un brazo en la pelea. La noche siguiente la madre del monstruo (son feos pero tienen su corazoncito) decide vengarlo y mata a unos de los amigos de Beowulf y entonces este persigue a la madre hasta su terrible cueva.
Y todo esto, Juan, un niño de 8 ó 9 años, lo tuvo que leer en la cocina con el resto de la familia porque no podía estar en el cuarto solo. Era una edición para niños algo mayores, recuerdo que ya de por sí me causaba un sentimiento extraño que en algunos de esos cuentos el protagonista muriera al final.
Han pasado los años, los libros y las noches y creo que nunca he vuelto a sentir con una historia ese pavor, mezclado con el deseo irreprimible por saber lo que pasa, que me embargó con esta adaptación juvenil de algunas leyendas escandinavas. Quizás King con El resplandor (mi edición se llamaba Insólito esplendor, tenía algo de poético) o con El misterio de Salem's Lot se aproximaron a ese sentimiento pero ni Clive Barker, ni Robert Bloch.
Los últimos años me he mantenido alejado del género, tengo algunas cosas pendientes de José Carlos Somoza y de Richard Matheson. Tendré que visitarlos pronto.
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